Se conoce por Reforma Universitaria de 1918 al movimiento estudiantil que se inició en la Universidad Nacional de Córdoba de Argentina ese año, y que se extendió luego a las demás universidades del país y de América Latina.

La Reforma dio origen a una amplia tendencia del activismo estudiantil, integrada por agrupaciones de diversas vertientes ideológicas. Entre sus principios se encuentran la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición.

 

Contexto

En 1918 hacía ya dos años que había asumido en Argentina el primer gobierno democrático (sufragio universal masculino), liderado por el presidente radical Hipólito Yrigoyen. No obstante, algunas instituciones no se adaptaban a los cambios, la Universidad entre ellas, ya que era un ámbito casi exclusivo de los jóvenes pertenecientes a las clases dirigentes, y la creciente clase media comenzaba a pujar por el ascenso social y por el acceso al ejercicio de profesiones liberales.

Córdoba tenía una antigua universidad, fundada por los jesuitas en tiempos de la colonia española, en la que se mantenían aún groseras características elitistas y clericales. Los estudiantes universitarios, pertenecientes a familias de una reciente clase media formada a partir de la gran ola de inmigrantes europeos o sus descendientes, venían organizándose en centros de estudiantes por facultad desde principios del siglo XX y comenzaban a exigir reformas que modernizaran y democratizaran la universidad.

Con esta idea, los centros de estudiantes se habían organizado a su vez en federaciones (Tucumán, Córdoba, La Plata y Buenos Aires), y en abril de 1918 fundaron la Federación Universitaria Argentina (FUA), como organización gremial representativa del estudiante argentino.

A fines de 1917, una ordenanza de la Universidad de Córdoba suprimiendo el internado en el Hospital de Clínicas, dependiente de la Universidad, desató el descontento de los estudiantes cordobeses que solicitaron a las autoridades universitarias la revisión de las medidas. El 20 de marzo el Consejo Superior resolvió «no considerar ninguna solicitud» y el 31 de marzo los estudiantes declararon una huelga general y pidieron al Gobierno Nacional la intervención de la casa de estudios.

El presidente Yrigoyen nombró como interventor al Procurador General de la Nación, José Nicolás Matienzo. Luego de comprobar diversas irregularidades, Matienzo propuso democratizar el estatuto universitario. Declaró vacantes los cargos de rector de la Universidad y decanos de las facultades, y dispuso un nuevo sistema para la elección de las autoridades por parte de la totalidad de los docentes, reemplazando la elección por docentes vitalicios. No obstante los avances que implicó la nueva normativa, los estudiantes quedaban excluidos del proceso de elección de las autoridades.

El 15 de junio la Asamblea Universitaria integrada por la totalidad de los docentes, debía designar al rector. El candidato estudiantil era Enrique Martínez Paz y el de los sectores tradicionales Antonio Nores. Hubo dos votaciones y ninguno obtuvo mayoría absoluta. Se hizo una tercera en la que resultó ganador Nores, lo que desató la rebelión de los estudiantes que ingresaron a la sala de reuniones obligando a interrumpir la Asamblea, sosteniendo que había sido manipulada por los jesuitas, que constituían el poder de hecho en la Universidad.

Los estudiantes tomaron la Universidad y, con apoyo de los partidos políticos populares y del movimiento sindical, rechazaron la elección de Nores. En un clima sumamente convulsionado no sólo en Córdoba, ya que el conflicto había adquirido trascendencia nacional, Nores renunció y el Poder Ejecutivo volvió a intervenir la Universidad de Córdoba. El nuevo interventor fue José Salinas, ministro de Justicia e Instrucción Pública. Finalmente, se suscribió un decreto de reformas el 12 de octubre de 1918, que contempló ampliamente los reclamos estudiantiles.

La Reforma se extendió rápidamente en las universidades de Buenos Aires, La Plata y Tucumán, únicas argentinas con la de Córdoba en ese momento (al año siguiente se fundó la Universidad del Litoral), y luego por toda América Latina.

Las principales conquistas, que hoy aún marcan el rumbo, fueron:

-Autonomía universitaria: se refiere a la capacidad de cada institución universitaria para dictar sus propios estatutos y reglamentos, diseñar, aprobar y organizar carreras, disponer y administrar sus bienes y rentas y, organizar sus servicios, nombrar y remover a su personal docente y administrativo con sujeción a normas legales y reglamentarias pertinentes. Todo ello asegura cierto grado de independencia ante las presiones ejercidas por la sociedad civil y los grupos de poder.

-Ingreso irrestricto: se garantiza el derecho a la educación y permite, a todo ciudadano que así lo desea, acceder a la formación superior, restringiendo el examen de ingreso eliminatorio.

-Acceso de los docentes a sus cargos por concurso público de antecedentes y oposición, por un período establecido.

-Reconocimiento de los centros de estudiantes elegidos democráticamente. Esta representación de los estudiantes permite la participación directa de los mismos en la vida académica.

-Cátedras paralelas, para elegir desde qué paradigma aprender.

-Cogobierno de la institución, constituido por todos los claustros (estudiantes, docentes y graduados). Tiende primordialmente a asegurar la participación activa de los estudiantes en la enseñanza y su específica representación, con voz y voto en los órganos de gobierno.

La mejor síntesis de lo acontecido se encuentra registrada en el propio reclamo de los estudiantes, nucleado en el “Manifiesto Liminar”, redactado por el dirigente Deodoro Roca, y publicado el 21 de junio de 1918 en "La Gaceta Universitaria". Allí sostenía: “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América. Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen”