El martes 15 de agosto de 1961 el diario “Arriba” de Madrid, alertaba a la España franquista sobre una “gravísima situación entre las dos zonas de Berlín separadas, en pocas horas, por una barrera militar comunista”. Se trataba de la presentación en sociedad del Muro de Berlín.

Desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989, el Muro dividió la ciudad de Berlín en dos zonas: una bajo control de la República Federal de Alemania (Berlín oeste); y Berlín este (capital de la República Democrática Alemana). La barrera física, un paredón de 155 kilómetros tenía cinco metros de alto y un eficaz dispositivo de vigilancia.

El bloque del este (Unión Soviética), sostenía que el muro era levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban contra la voluntad popular de construir un estado socialista. No obstante, algunos afirman que en la práctica, el muro sirvió para impedir la emigración masiva que marcó a la Alemania del Este y al bloque comunista luego de la Segunda Guerra Mundial.

Berlín oeste funcionó a su vez como un puesto avanzado del mundo occidental. Centro de espionaje y de propaganda antisoviética, lugar de acogida para los alemanes orientales que huían del régimen comunista, se convirtió en una enclave geoestratégico.

Razones de la caída

La caída del mayor símbolo de la guerra fría ha sido sin dudas uno de los momentos clave de la historia del siglo XX.

Natacha Bacolla y Mariana Tetttamanti (profesoras de Problemáticas Contemporáneas de Europa y EE.UU en la FHUC) nos acercan algunas lecturas para comprender el contexto. Particularmente refieren a la mirada del historiador Eric Hobsbawm. En 1992 reflexionando sobre la caída del Muro de Berlín en 1989, Hobsbawm  expresaba: “estos años marcan el final de una época en la que la historia mundial ha estado dominada por el impacto de la Revolución de Octubre. Por cerca de setenta y cinco años … los gobiernos de Occidente han vivido obsesionados por el espectro de la revolución social y el comunismo, transformados luego en temor al poderío militar de la Unión Soviética y sus aliados socialistas. En todo este período … la política internacional fue concebida como una cruzada, una guerra fría casi religiosa entre dos sistemas alternativos”.

Entre las razones que llevaron a la caída del Muro en 1989, Hobsbawm enumera en primer lugar “que la economía (soviética) se fue haciendo cada día más rígida e ineficiente … no existía vínculo entre ciencia y economía que ayudara a sustentar cierto dinamismo del aparato productivo”. En segundo lugar “el nivel de la vida de los países capitalistas desarrollados se fue haciendo marcadamente superior al de los países socialistas. Esto fue aun más visible cuando un país quedó dividido entre un sector capitalista y otro socialista, como es el caso de Alemania. Tercero, dados los avances de la comunicación mundial, es imposible aislar a una población del conocimiento de lo que sucede en otras partes del mundo”. Revista A Contracorriente (2010), Vol. 7, Nº 3. www.ncsu.edu/project/acontracorriente

Un cuarto de siglo después.

Invitamos a docentes de Historia y Sociología a reflexionar sobre el contexto de este hecho histórico así como sobre sentidos que pueden atribuírsele a la caída del muro. De este modo realizan una mirada desde los procesos históricos y sociológicos y a su vez desde las experiencias personales.

Ricardo Sidicaro (profesor de la carrera de Sociología) considera que “Las historias del presente y de acontecimientos inmediatos suelen ser un campo de lucha por la asignación de significados mediante relatos cuyas intenciones persuasivas tienden a  pasar desapercibidas cuando se habla de sucesos de un cierto impacto  valorativo y emocional. La caída del muro de Berlín es, por cierto, uno de los mejores ejemplos al respecto. El relato que convirtió ese hecho en el ´fin del comunismo´ le adjudicó al mismo una significación que objetivamente apuntaba a conducir a reflexiones convenientes a quienes así resumían lo ocurrido. Mediante ese enunciado quedaban obturadas las referencias a ´la rebelión popular contra un régimen autoritario sostenido por una de las dos potencias imperialistas que disputaban la hegemonía mundial´. Desaparecía, también, la no menos evidente situación de colapso del poder soviético de la que la administración Gorvachov era su síntesis. El enfrentamiento capitalismo- comunismo, o, más precisamente, capitalismo privado-capitalismo burocrático, fue el suelo propicio para que ambas partes construyesen relatos persuasivos, que al igual que todos los producidos por los actores de las más disímiles situaciones políticas, proveyeron materias primas para emocionar a los emocionables y  para elaborar las leyendas, en sentido weberiano, que justifican sus pretensiones de poder”.

Luciano Alonso (profesor de Historia Social)  plantea: “Quizás podría decir que la ´caída del Muro´ fue un acontecimiento que marcó mi juventud, mi militancia política o mi concepción de la historia. Para entonces yo participaba de un grupo segregado del Partido Intransigente y derivado a la colaboración con la alianza Izquierda Unida en las elecciones de 1989. Desde tiempo atrás muchos de nosotros habíamos hecho la crítica del socialismo real y no teníamos ilusiones sobre ese sistema, que considerábamos tan opresivo como el capitalismo occidental. Sólo progresivamente adquirí conciencia de que la caída del Muro de Berlín había sido un acontecimiento espectacular en un sentido profundo … A partir de ahí, a todos los que proponíamos un cambio social emancipatorio nos iban a restregar en la cara la ´caída del Muro` como supuesta evidencia de las bondades del capitalismo y de la imposibilidad de vías alternativas. Nos iban a costar muchos años siquiera discutir un neoliberalismo depredador del que aún no hemos salido. Hoy, las concepciones no teleológicas de la historia nos permiten no sólo desconfiar de que su marcha lleve a una sociedad mejor o al menos a la modernización capitalista, sino también separar la memoria del Octubre ruso de los resultados sociales y políticos del estalinismo. Quizás la gran virtud que reconozco en esos días de 1989 es la de obligarnos (y permitirnos) pensar de nuevo el comunismo, a partir de la identificación de lo que no debió ser”

Mariela Coudannes (profesora de Didáctica de la Historia) rememora: “En mi niñez, las películas de distribución yanqui me habían dejado un consecuente temor hacia una catástrofe nuclear que parecía inminente. Ese día de noviembre fue entonces un momento emocionante. Y lo fue porque una profesora de Sociales de tercer año de la secundaria se salió de programa para explicarnos lo que significaba el acontecimiento en el marco de un proceso. Valoré por siempre que fuera capaz de ´meterse con el presente` y asumir el reto. Hoy todo es diferente. Los restos del muro de la cosmopolita Berlín ya no son propiedad exclusiva de su contexto ni de su época sino un emblema de muchas otras barreras materiales y simbólicas que están por derribarse, y que generan nuevos debates y posicionamientos apasionados. Lo que no cambia es la posibilidad de asombrarse y preguntarse por lo que pasa en un mundo convulsionado, esa necesidad de entender que bien supo captar mi profesora cuando llegaban las primeras noticias de la ´caída`. La recomendación es ´aprender a pensar el pasado en términos de encrucijadas a partir de las cuales eran posibles diversas opciones`, repensar la historia para analizar mejor el presente y plantearnos un nuevo futuro”, aunque a más de 20 años de la expresión de este deseo tengamos pocas respuestas.