Las Plantas Acuáticas

Hidrófila (significa amor por el agua), hidrófitos (significa plantas de agua), muchas veces estos términos se usan como sinónimos. En lenguaje común se suele hablar de plantas acuáticas para referirse a los vegetales capaces de crecer en al agua. Bajo ese nombre se incluyen dos grupos: las acuáticas propiamente dichas y las anfibias o palustres. Estas últimas son plantas propias de las riberas de cursos de agua donde, en poca distancia, ocurre una transición gradual que abarca suelos sumergidos, anegados y secos. De esta manera las plantas palustres viven una parte del año sumergida (como hidrófitos) y otra sobre el suelo (como terrestres). Los hidrófitos incluyen las plantas totalmente sumergidas en el agua y las flotantes libres. Algunas especies son flotantes libres pero se las puede encontrar arraigadas en el barro cuando desciende el nivel del agua. Otras especies en cambio comienzan como arraigadas y terminan como flotantes libres. Las especies sumergidas generalmente forman comunidades densas y muy extensas, en aguas de 2-3 m de profundidad, muchas veces constituyen verdaderas “praderas subacuáticas”; su abundancia dificulta el desplazamiento de las embarcaciones.

Los hidrófitos tienen un papel ecológico fundamental ya que proporcionan alimento, refugio y hábitats a un importante número de animales como peces, aves e insectos; además de oxigenar el agua y mantener su pureza. Otra característica de las plantas acuáticas es la notable velocidad de crecimiento que experimentan, muchas veces esta acumulación de materia orgánica es tan notable que dificulta el normal funcionamiento de los cursos de agua. Los ambientes acuático se suelen dividir en 2 grupos: lénticos y lóticos. Los ambientes lénticos son aquellos donde las aguas permanecen mayoritariamente quietas, típicos de lagunas, bañados y superficies despejadas de los esteros. En los ambientes lóticos hay corriente de agua como ocurre en riachos, arroyos, canales y cañadas. Las plantas que se adaptaron a vivir en un medio acuático adquirieron caracteres morfológicos particulares como por ejemplo:

 

  • Cutícula delgada y epidermis de bajo espesor. Estas adaptaciones facilitan el intercambio gaseoso. En el medio acuático no hay riesgo de desecación o de deshidratación (la transpiración se reduce) y es probable el déficit de oxígeno.
  • Abundante cantidad de clorofila. Esta adaptación es más notoria en las plantas sumergidas, que al no tener contacto directo con el sol, compensan esta dificultad aumentando la cantidad de clorofila por superficie.
  • Menor frecuencia de estomas. En la epidermis de las plantas flotantes, los estomas son escasos, mientras que en las sumergidas no existen.
  • Raíz reducida o ausente. En las plantas acuáticas las raíces son reducidas ya que el agua no es un factor que limite la absorción radicular.
  • Vasos de conducción con escaso desarrollo. Los vasos de conducción tienen escaso desarrollo en las plantas acuáticas superiores, ya que el agua no es factor limitante.
  • Falta de tejidos de sostén. En las especies acuáticas predomina el hábito herbáceo, es decir son hierbas de bajo porte, frágiles, debido a la falta de tejidos de sostén (como colénquima y esclerénquima, tejidos que dan rigidez a los tallos).
  • Cámaras de aire o aerénquimas. En las plantas flotantes, tallos, pecíolos y hojas son órganos de flotación. Dichos órganos presentan aerénquimas, esto es, tejidos esponjosos (con espacios llenos de aire) que les otorgan flotabilidad. Algunas especies logran la flotabilidad teniendo sus tallos huecos.
  • Hojas finalmente divididas. Es común el dimorfismo foliar, las hojas sumergidas son más finas y divididas que las hojas aéreas o emergentes. De esta forma reducen el daño producido por las corrientes de agua (resistencia al movimiento del agua).
  • Sistemas de polinización complejos. Las especies sumergidas tienen mecanismos de polinización muy complejos.
  • Hidrocoria. La dispersión de frutos y semillas de las plantas sumergidas utiliza al agua como vector de diseminación.