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  • En búsqueda de la identidad: Las fronteras de la otredad en la obra de Norma Battú

    Leer Ponencia actualizada - versión 2016

    Norma Battú, nacida en Emilia, Provincia de Santa Fe, es ya una reconocida investigadora y escritora en nuestro país y en el exterior. Entre sus obras citamos: Cuentos clasificados, Las saboyanas, Las italianas, Tilos y paraísos, Paraíso y ñandubay, Antiguas recetas de Colonia Emilia, Antiguos cuentos de Colonia Emilia y zonas vecinas y Emilia y zonas vecinas. Leyendas y entes misteriosos. Adagios, dichos y refranes. Creencias populares.
    A manera de aproximación a la obra de Norma Battú, hemos seleccionado su libro Las italianas. Historias de inmigrantes italianas afincadas en las colonias agrícolas santafesinas y sus descendientes, publicado en 1999 y declarado de interés cultural por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, mediante Disposición Nº 148/99. Como bien lo afirma la autora, la serie de cuentos de Las italianas fue escrita sobre la base de historias de inmigrantes italianas recogidas de la tradición oral. Las protagonistas son mujeres italianas emigradas a la Argentina que se radicaron en las colonias agrícolas de la provincia de Santa Fe (la localidad de Emilia y sus alrededores, en el Departamento La Capital) y los relatos se ubican en un arco de tiempo que va desde las últimas décadas del siglo XIX hasta fines del siglo XX. El libro constituye en sí mismo una búsqueda de la identidad a través del legítimo intento de comprender “comportamientos ancestrales”. La obra, en su segunda edición (2006), se abre con un Prólogo ad-hoc, en el que la autora determina sus propósitos y establece los distintos temas que subyacen en los relatos: la discriminación, el choque de culturas y el habla de la zona de Emilia. Y agrega, además, algunos puntos de vista para su lectura. La Introducción aporta un sugestivo título: “Las Diosas Lares”, en referencia directa a la mujer italiana de la Pampa Gringa. El subtítulo “Todas las mares, todas las nonnas” da pie al retrato de la figura femenina con todas sus virtudes y sus defectos, que la autora llama “virtudefectos”. Por allí desfilan el valor del trabajo y de la tierra, la familia, la religión y las creencias, la comida, el ahorro, la casa como hogar, la transmisión de las prácticas cotidianas a las nuevas generaciones. Pero también, el autoritarismo, el empecinamiento, la mezquindad, la avaricia, la discriminación negativa y la violencia.

    Las historias se organizan a lo largo de una serie de 47 cuentos ligados a través de sus protagonistas femeninas a manera de una saga que dura más de un siglo, desde el acto fundacional de la llegada de las pioneras:
    Las italianas de antes llegaron a l'América en el siglo diecinueve. Algunas venían solas, otras con sus hombres e hijos. Se cuenta que en el baúl, entre sus pertenencias, traían un delantal. Hay quienes aseguran que ya al bajar del barco se lo pusieron, anudando las cintas con un tirón, y también dicen que inmediatamente se arremangaron las blusas, como para ir ganando tiempo, sabiendo lo que les esperaba: trabajo y más trabajo. (pag. 17)
    El libro se cierra con una serie de “flashes” a través de los cuales la autora introduce recetas, costumbres, consejos y curiosidades a los que agrega un Glosario de vocablos y expresiones del habla campesina de la zona.
    El amplio universo ficcional de Las Italianas aparece construido como un campo de relaciones interpersonales que se manifiestan como luchas y como vínculos que van definiendo identidades que se constituyen a través del relato. En una “zona gris” de la existencia de hombres y mujeres insertos en la Pampa Gringa, la representación del otro en tanto experiencia, forma parte de la alteridad que se comprende como asimilacionismo, y en donde los sujetos establecen relaciones con la otredad a partir de la propia mismidad. El enjuiciamiento, el prejuicio y la lucha por el poder constituyen las expresiones básicas de las relaciones interpersonales. La presencia y la voz del otro se incorporan en una relación dialógica en la que la reciprocidad aparece unas veces como pasiva y otras como reconocimiento en la acción comunitaria. La polifonía del texto se manifiesta a través del entramado textual de los vínculos interpersonales en la relación individual y en el gran coro constituido por el colectivo que enmarca las acciones.

    El otro es aquí el “distinto” en cuanto individuo pero también en la pluralidad de las voces del pueblo, “los otros”. La conciencia de sí y de la propia sangre establece que “la interpretación del otro como amenaza confirma el supuesto de una relación que toma como base la necesidad natural de la sobrevivencia”, como lo afirma Paul Ricoeur.
    Estamos en esa “zona gris” de la existencia a que refiere Todorov, donde los límites no son claramente definibles y las fronteras son permanentemente cuestionadas y consensuadas en el campo simbólico de la vida social. Las representaciones del otro se elaboran desde el prejuicio y el asimilacionismo que se expresan a través de categorizaciones, generalizaciones y reduccionismos manifiestos en actitudes de desprecio y del uso de un lenguaje despectivo que subyacen al temor por lo desconocido vivido como amenaza del sí mismo. Los morenos, los negros, los paisanos, los criollos, los americanos (mericanet), los indios, el correntino, pero también los gallegos, los gitanos, los alemanes, los franceses y los judíos conforman un universo heterogéneo y multiforme que el gringo (el italiano) observa como diferente e inferior pero a la vez atemorizante:

    ... un moreno al cual Ángela miraba con aprensión, porque no era de su raza... (pag. 34)
    Ya estamos como los negros, a la final, bailando, chupando, perdiendo el tiempo- decían los más gruñones, como si la afición a las bebidas alcohólicas fuera patrimonio de los nativos del país, y los gringos vivieran tomando leche. (pag. 37)
    No sólo eran vecinos, sino también gente de su sangre. De un modo u otro, todas las familias fundadoras de la colonia que residían cerca estaban emparentadas. (pag. 60)
    Y cuando dije que me venía con los tíos, todos decían: “Te vas a l'América, te van a comer los indios” -decía Battista... Esos indios no comen cristianos. Se comen nuestros caballos, nuestros bueyes, pero cristianos no. A los cristianos los matan... Parece que aparecieron de nuevo los indios montaraces... El indio busca sobre todo los caballos... Y niños -dijo Filippa, la mujer de Fortunato-. Da terror decirlo, pero las cosas son así: el indio busca caballos y niños. (pag. 45)

    En la pirámide de la clasificación social del gringo de la campaña, sólo los franceses, los pueblerinos y la gente tradicional de la ciudad (especialmente la de la Capital de la Provincia) alcanzan los peldaños más elevados de importancia y distinción. Todas estas relaciones están teñidas por el prejuicio, el distanciamiento y el desprecio impotente que produce la envidia como conciencia de sí distinto de otro y deseo de ser ese otro, caracterizando las luchas en el campo simbólico de lo cultural:
    ... porque las pupilas, las pulidas señoritas del Colegio con raíces francesas que miraban con sorna a los gringos del campo... se mostraban como lo que realmente eran: unas gringuitas ávidas de hincar el diente en tanta cosa buena y suculenta degustada desde la infancia. (pag. 151)
    ... ella es una chica de campo che, es trabajadora, ella de jovencita aprendió a hacerse la ropa y ahora se la sigue haciendo aunque viva en el pueblo. (pag. 149)

    El casamiento de Ana María, hija de gringos del campo, con el descendiente de una familia tradicional de la ciudad, dio lugar a los más variados comentarios.
    -Ay, querida, nunca vi una cosa más triste. El novio y los hombres de nuestra familia, de frac. Los hombres de la familia de ella, de traje común. Hasta el padrino- comentó una tía de él.
    -Y que podés esperar de unos gringos así- respondió su interlocutora-. Plata, no savoir faire. (pag.184)

    Battú presenta como un fenómeno sociocultural relevante el de las relaciones entre católicos y protestantes en esta zona de la Pampa Gringa. La inmigración italiana fue predominantemente católica, mientras que la de los alemanes fue protestante, específicamente luterana reformada. Las diferencias religiosas, asimiladas a las de “la sangre” y el idioma, generaron disputas familiares que involucraron muchas veces a la comunidad en su conjunto. Cuando Anita, la protagonista del cuento “El pañuelito blanco” manifiesta un interés amoroso hacia Guillermito Welzel, alemán de Santo Domingo (una localidad cercana), los padres de ella diseñarán estrategias para el alejamiento absoluto de la pareja, tratando de inclinar las preferencias de la hija hacia un candidato de origen italiano, “como ellos”, el Bauta:
    ... Es un muchacho tan trabajador, tan católico y hay que ver cuánta tierra que tiene. (pag. 100)

    Después de todo, la Herminda Chiovini también se casó con un protestante del otro lado del río y nadie se murió por eso, no voy a ser ni la primera ni la última. (pag. 102)
    Y sí, estaba clarito: el alemán la pretendía, desfachatado, uno de otra raza, encima un protestante, queriendo ponerse de novio con la Anita. (pag. 103)
    ...Pero la sangre tira, te digo, porque bien que yo sé que el abuelo del Amancio era protestante que había nacido en la parte de Suiza que es alemana y acá se hizo católico... (pag. 105)
    -¡El Mario se quiere casar con una alemana!- decían todos como si fuera el fin del mundo. (pag. 108)

    En los relatos de Norma Battú, la otredad alcanza su mayor expresión simbólica en dos elementos de la trama narrativa que se manifiestan con contundencia: el pueblo y el paisaje.
    El pueblo aparece como una masa coral que muchas veces se asimila a la idea sartreana de “el infierno son los otros”. Las voces de la alteridad se expresan en el punto de vista, el parecer y el juicio sobre el accionar y la vida de los otros a través de una interpretación del mundo que nace de experiencias y representaciones elaboradas y compartidas de generación en generación. Así, la construcción del mundo que les es propio surge de las luchas por la significación en un proceso que se expresa desde una perspectiva asimilacionista que implica conocer al otro en una relación de superioridad-inferioridad, cuya manifestación más acabada y progresista es el concepto de tolerancia. El uso de los verbos decir, parecer, hablar, mirar en 3era. persona del singular precedidos por el sujeto expreso “la gente” (o bien estos mismos verbos en su forma impersonal) constituyen el recurso discursivo que expresa las luchas en el campo cultural:

    La gente parece que algo se malicia pero no tienen ninguna prueba y entonces no pueden hablar mucho. Vienen a visitar a la Rumilda y a conocer al chico, qué sorpresa, dicen, sos igual que la Catalina del Bepi que queda gruesa y nadie se da cuenta hasta que no nace el chico, pero me miran a mí y me miran la panza y las tetas. (pag. 43)
    ...La gente no se podía quedar con hambre, qué iban a decir, ya bastante vergüenza estaban pasando. (pag. 52)
    -¿Qué va a decir la gente, Ermelinda? ¿Te imaginás? Que Domenico te dejó porque antes de la boda te habías dejado comer la honra, eso van a pensar. Que estás gruesa. No, no y no. Tienes que salir, tienes que mostrarte, que todo el mundo vea que no hay nada que ocultar. (pag. 55)
    -Pobre gente. Inauguran la casa nueva con un velorio. (pag. 63)
    Las cosas se saben en una colonia. “La jodió el tipo”, decía la gente. (pag. 72)

    Otro recurso utilizado por Battú en estos cuentos es el de desplegar la doxa a través de una pluralidad de voces que expresan la carga ideológica y el juicio axiológico del discurso de los otros en el entramado social:

    Salió así a relucir el menú del cumpleaños, y consecuentemente, los comentarios al respecto.
    -...Lo que pasa es que hay criadores de aves que para abaratar costos disminuyen el calcio en las raciones de las gallinas. Entonces la cáscara de los huevos es más finita, y por ahí penetran los microbios de porquería...
    -...Pero si estos eran huevos caseros, de las gallinas que la Quita del Olivio tiene en el gallinero del fondo del patio...
    -...Ni pasar el dedo por la masa cruda de las tortas que quedaba en la fuente se puede ahora, como hacíamos antes...
    -...Comer comidas con huevos crudos es una lotería. ¿Q quién se le ocurre semejante barbaridad?---
    -...Bien que me acuerdo de cuando se casó la Marta, la abuela de la Erika, allá por el cincuenta y tanto, que hubo gente intoxicada por culpa de una bayonesa que sirvieron en la fiesta.
    -...¡Qué familia, ché! (pag. 118)

    El mismo recurso es utilizado para la construcción del relato oficial de un acontecimiento que involucra a forasteros y cuyos pormenores pueden reconstruirse a través del característico uso impersonal del verbo decir + pronombre relativo que:
    … Dice que el tiempo estaba fiero de antes, medio amagaba lluvia desde la tarde, pero no va que la tormenta empezó justo cuando esta pobre gente estaba en camino, y el camino se puso peliagudo.
    ...Y dice que alcanzaron a cruzar el puente sobre el Salado y agarraron por el camino real, pero como a los dos kilómetros el ónibu empezó a peludiar y a la final se fue a la cuneta, el gobierno siempre diciendo que va a pavimentar esa ruta pero nunca lo hace, es una vergüenza.
    … y dice que se morían de frío, pobre gente, porque el colectivo es un ónibo viejo y destartalado y filtraba viento y agua por todas las rendijas.
    … Y dice que los pobres actores que tomaron parte en la obra estaban cansados y tenían hambre y sueño, y que encima estaban afligidos por el decorado que lo llevaban arriba del techo, tapado con lonas, que si se mojaba, que si se desteñían las pinturas, que tanto trabajo para hacerlo. (pag. 145)

    El otro elemento de la trama narrativa que expresa la otredad es el paisaje. Lo extraño, la desmesura y el temor a lo desconocido, sumados a las dificultades en las relaciones interpersonales, determinan la aceptación de “la otra tierra”. La condición femenina establece un mayor grado de vulnerabilidad y, en algunos casos, el contundente rechazo al “nuevo mundo” puede llevar hasta la misma muerte:
    En un determinado momento avistaron un bosque de árboles raros, de copa muy grande.
    -Son ombúes -dijo el marido-. Dan buena sombra. Aquí haremos una parada. Podríamos dormir, el rocío de la noche no nos hará mal. (pag. 34)
    ¿Y ella? La mujer sufría por partida doble. Sufría por estar lejos de su tierra y sufría por no poder adaptarse a la nueva, por no poder hacer feliz a su marido... El aire caluroso, húmedo y pesado del norte santafesino la agobiaba. (pag. 35)
    Y un día Ángela supo que estaba condenada a morir. Y sufrió al pensar que sería sepultada en una tierra extraña, lejos de los de su sangre. (pag. 37)
    -No olvides bajar una botella de vino al pozo, Mariettina, que a él le gusta tomar el vino fresco y en este país hace tanto calor... (pag. 39)
    -Y claro, allá nunca se vieron pescados tan grandes- decían todos. (pag.45)

    En el contexto biogeográfico, además de “el otro costado de la colonia”, el río Salado constituye un elemento significativo en el proceso de comprensión de un mundo que amplía sus propios límites en la posibilidad de “pasar del otro lado”, pero también separa, aleja al otro y protege de lo extraño y lo diverso y, con ello, domestica el miedo. El río es la expresión de la fractura, no sólo del terreno, sino también de los grupos sociales. Del otro lado están aquellos que amenazan el status del cosmos creado y mantenido en el tiempo a través de representaciones culturales compartidas.


    El río Salado, al separar los Departamentos La Capital y Las Colonias, marcaba dos mundos en lo que respecta a las poblaciones agrícolas fundadas por inmigrantes. “De este lado” del río predominaban los descendientes de italianos y franceses. “Del otro lado” los descendientes de alemanes y suizos alemanes. Católicos los primeros, protestantes los segundos. (98)
    -Del otro lado no fabrican esa bebida tan rica que está tomando usted- dijo Guillermito-. No, no hay naranjina. (100)
    Después de todo, la Herminada Chiovini también se casó con un protestante del otro lado del río y nadie se murió por eso, no voy a ser ni la primera ni la última.(102)
    Con voz apagada -estaba casi en agonía- le confesó que muchos años atrás veía cómo los padres de Anita quemaban carta tras carta “del alemán del otro lado”. (107)
    Nosotros nos fuimos hasta Santa Fe al velorio y después acompañamos el cortejo hasta el cementerio de San Antonio, porque al Néstor lo trajeron a sepultar acá, donde había vivido tantos años, porque lo que es nacer había nacido del otro lado del río.(191)
    El tío Antonio Pegassano, cuando era muchacho y quería ir a los bailes al otro lado, te estoy hablando de los tiempos de antes, de antes, de cuando no había puente sobre el Salado, ¿sabés lo que hacía? Cruzaba el río a nado con otros amigos. (195)

    Más allá de su mera presencia como elemento del paisaje, por la mirada del hombre, o un locus amoenus, el río Salado se constituye en un actor polivalente que condiciona el acaecer del relato de manera constante. Los hombres y las mujeres de esas tierras otorgan al río un valor polisémico siempre ligado a los pormenores de la vida diaria en todos sus aspectos: el trabajo, las fiestas, las tradiciones, la religiosidad, el amor. A través de los siglos, el hombre se apropia del río cuando lo nombra cada vez, por el efecto fundacional de la palabra. Pero el río es, en sí mismo, un otro que se manifiesta con sus propios parámetros y con el que los hombres han entablado una relación de dominación-sumisión y de comprensión simbólica desde antiguo. En su obra Paraíso y ñandubay, Battù dedica un pasaje completo al río Salado, texto que amplía y precisa ese valor polisémico que habíamos señalado más arriba:
    Los abipones lo llamaban “Yeham”, el salobre, “Jhobec-nachí”, el río de la sal, lo llamaban los mocovíes. “Lachuè-Nilmá”, “Tuyeté-Nilmá”, el río salado, lo llamaban los tobas.
    Para los criollos fue “el Salao” y los gringos aprendieron que se llamaba “Salado”, al probar sus aguas, el río se transformó en maestro y les brindò una lección idiomática, porque entonces aprendieron lo que “Salado” quería decir.
    No es tan salado como el mar, pero no es dulce como nuestros ríos- decían los gringos.
    Los maestros lo definían como a un accidente geográfico, los políticos como un límite entre dos departamentos. Para los colonos de Emilia, era todo eso y mucho más.
    Por el Salado vienen los indios a atacarnos. Se esconden en los montes- decían los primeros.
    Y trasladaron el pueblo más hacia el este.
    -A la orilla del Salado todavía viven los indios... los pocos que quedaron... pero son mansos... -decían al cabo de los años.
    -A la orilla del Salado, por el lado de Cabal, por el lado de “Los Paraísos”, vivían los últimos indios...-dirían en siglos posteriores.
    -De este lado del Salado estamos nosotros, los católicos. Los que vinimos de Francia, de Italia, de España. De aquel lado del Salado hay muchos alemanes, muchos suizos, muchos protestantes.
    Y las madres vigilaban que las hijas no entablaran relaciones con algún mozo” del otro lado del Salado”, porque de fija que sería protestante. Estaba decretado: “No son como nosotros, son diferentes”.
    -Don Mariano Cabal nos prometió que en el Salado, a la altura de colonia Emilia, se construirá un puerto. Por eso nos vinimos de Esperanza.
    Un gringo y un criollo se pasaron la vida esperando la instalación del puerto.
    -Es un río traicionero. Lleno de pozos y remolinos. Hay que tener cuidado. A cada rato se ahoga gente.
    -Suerte que tienen los que viven cerca del Salado. En la Cuaresma tienen lindo pescado fresco para comer, ahí nomás cerquita.

    -Mala suerte que tienen los que viven cerca del Salado. Cuando se desborda les inunda las tierras bajas.
    -Suerte que tienen los viven cerca del Salado, con las cañadas tan llenas de pastos para el ganado. Y bancos de arena tan cerca, para cuando hay que edificar- decían los homres.
    -Suerte que tienen las mujeres que viven cerca del Salado. Los hombres les traen brazadas de simbol, y con simbol hacen escobas largas que son tan prácticas para barrer los patios...

    -Ni loco me quedo a dormir por estos lados. ¿Quién no sabe que por la zona del Salado anda la luz mala?- decían los peones, y caminaban de ser necesario su buena legua todos los atardeceres, para no pasar la noche en algún campo ribereño.
    -Para cruzar el Salado hay que largarle la rienda al caballo. Si no, se da vuelta y hunde al jinete en el agua...
    -Para cruzar el salado hay que tener baquía, y saber dónde están los bajos que dan paso...
    -Los indios sí que sabían bien dónde estaban los pasos...

    Cuando había un acontecimiento familiar -casamiento, bautismo, velorio, se tomaba en cuenta el estado del río, porque los parientes que habitaban “del otro lado” -en Esperanza, en San Carlos- tenían que cruzar el río para llegar hasta Emilia.

    El aire de la zona del Salado alía diferente al aire del resto de Emilia. Había olor a agua barrosa, a pescados, a chilcas. Era un olor único, que no se respiraba en otras zonas.
    Y la gente que se criaba en la zona del Salado era diferente. Los de la costa eran diferentes.
    El río Salado, para la colonia Emilia, sería siempre algo más que un simple río. (116-117)

    El universo que Norma Battú crea en esta obra es un acto demiúrgico que genera un verdadero “cosmos narrativo” (Eco), un entramado de tensiones, sentidos y significados elaborados a lo largo de un extenso discurso que pone en relación las ideologías y los valores de la ipseidad en su encuentro con el otro, en el espacio y en la historia. Este proceso de transculturación, con sus juegos dialécticos de conocimiento-reconocimiento que caracterizó no sólo a la zona de Emilia sino también al espacio referencial que llamamos Pampa Gringa, constituye (aún hoy) una experiencia particular del fenómeno inmigratorio en la Argentina, en los caminos de la construcción de la identidad nacional.

    María Luisa Ferraris
    Santa Fe, agosto de 2015





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