GRANDES CONSTRUCCIONES
Alt text
Molino Lupotti Franchino
FOTOS HISTÓRICAS


PROTAGONISTAS


FÁBRICA CULTURAL
El Molino. Fábrica Cultural.
HISTORIA

A finales de siglo, se instaló el molino harinero Boero, Lupotti y Franchino, dando inicio a una larga historia empresarial. La sociedad había surgido en la Colonia San Carlos en 1893, donde era propietaria del Molino Santa Teresa. En 1895 la empresa se trasladó a Santa Fe y se instaló en el lugar que ocupó desde entonces, sobre Boulevard Gálvez, junto al ramal del ferrocarril a Reconquista. Para esa época hacía pocos años que se había delineado el boulevard y la ciudad todavía no se había expandido hacia el norte, que todavía estaba ocupado por amplias parcelas rurales herederas de las antiguas chacras coloniales.

La localización del molino tenía un altísimo valor estratégico por su vinculación con las vías férreas. En 1903 se agregó un desvío ferroviario para facilitar el ingreso de los granos procedentes del norte. Muy poco después, la inauguración del Puerto de Ultramar terminó de conectar al Molino con el sistema ferroportuario, favoreciendo tanto la recepción de granos para su molienda como el transporte de la harina elaborada.

En 1914 la firma cambió su nombre por el de «Molino Ciudad de Santa Fe de Franchino y Lupotti Sociedad Comercial y Colectiva», y en 1920, un ciclón destruyó parte del edificio y su chimenea.

Para su reconstrucción se convocó a Peter Adolf, oriundo de Baviera, especializado en estructuras industriales, quien proyectó la construcción de un nuevo edificio, con silos de ladrillo adosados a los tres cuerpos que correspondían a las áreas de procesamiento de granos, de empaque y de administración. En 1927 cambió nuevamente su denominación por la de «Molino Ciudad de Santa Fe de Lupotti y Franchino Ltda.».

El 3 de diciembre de 1961 un incendio destruyó parte del edificio. Con su reconstrucción, se incorporaron los silos de chapa con base hormigón, terminados en 1973. En 1984 el nombre de la sociedad cambió por última vez por el de «Molino Franchino SayC». A pesar de los planes de expansión, la recesión económica y el aumento del costo de los créditos, llevaron a su cierre a principios de la década siguiente y en 1997 fue adjudicado en remate público al Banco de Santa Fe.

La historia y significado del edificio del Molino remiten tanto a las generaciones de empresarios y propietarios que lo fundaron y desarrollaron, como a los centenares de personas que a lo largo de décadas trabajaron y pasaron por él.



INTERVENCIÓN URBANA

La realización de esta obra fue llevada a cabo por la Unidad de Proyectos Especiales del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda, en las personas de los arquitectos Luis Lleonart, Silvana Codina y Francisco Quijano. Y la planificación conceptual del espacio estuvo a cargo del equipo del Ministerio de Innovación y Cultural.

Recuperando uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Santa Fe se pensó y creó un espacio público de encuentro ciudadano, en donde el contacto con la materialidad fuera complejo y profundo. Con una distribución de lugares planteada por la división de soportes materiales, no por disciplinas o ejes temáticos, se desarrolló una idea de proceso, creación común con otros, para contribuir al fomento de los vínculos afectivos y sociales, y a la relación de cultura y trabajo para las nuevas generaciones.

Así se levanta una nueva concepción de los bienes culturales y acceso irrestricto a ellos que incluye no sólo arte sino creaciones en todos los lenguajes, medios y soportes: el diseño, la fabricación, los productos reproducibles. Alimenta un cuerpo en juego expresivo y hacia su mayor calidad de vida.

El Molino, Fábrica Cultural, ve lo público como calidad, accesibilidad, movilidad, escenarios urbanos austeros y estéticos, sin contaminación visual ni sonora. Sin acceso a la compra de objetos que cree desigualdad. Provocando en sus zonas de paseo y descanso una percepción y uso del tiempo, el espacio, el cuerpo y los objetos, más placentero, sensible y gregario.

El Molino, Fábrica Cultural, es una obra pública que integra un proyecto global de puesta en valor e Intervención urbana que se continúa con la planificación del Parque Federal y La Redonda. Los arquitectos que llevan adelante este proyecto innovador incluyeron en la calle pública bóvedas cáscaras creadas por el gran arquitecto argentino Amancio Williams y crearon para la fábrica de madera, metal y textil un edificio racionalista, íntegramente nuevo que se ofrece a distintos planos de la mirada y se convierte en una creación contemporánea sin precedentes en su tipo. Se presentan en esta primera etapa los siguientes espacios:
«Apto para todo ser» Calle pública de las cáscaras bóvedas. «Apto para todo encuentro» Plaza de las tolvas. «Apto para todo hacer» Patio de las artesanías, donde se presentará el trabajo de artistas plásticos, artesanos, etc. «Apto para todo juego/fuego» Edificio de los objetos cotidianos, en donde se encontrará la fábrica de madera, de reciclado, de metal, vidrio, y textil. Se prevé aquí la creación de cooperativas de juguetes, vajilla, accesorios, decoración, indumentaria, etc., en distintos materiales.

En un segunda etapa, y próxima a licitarse, se encuentra el edificio del Molino inmediatamente paralelo a la calle Pedro Víttori, cuyo proyecto está totalmente terminado y que propone la fabricación de otro tipo de bienes culturales: reproducibles (discos, libros, productos informáticos, papel impreso), espacios para grabaciones y ensayos, espacios para filmaciones, estudios de televisión, fotografía. Espacios para el cuerpo en todas sus dimensiones (nutrición, yoga, artes urbanas, teatro, etc.), no como espectáculo sino como proceso de formación. Funcionará en este edificio también una cooperativa de pan casero, especializada en panificación de todo tipo, así como una cooperativa de packaging, de diseño gráfico, etc.

FUENTE: GOBIERNO DE LA CIUDAD DE SANTA FE