Carlos Carlino (1910 – 1982)
“La obra total de
Carlos Carlino está adherida a la tierra, las cosas, los hombres, los dolores,
las plenitudes, la inquietud de la chacra y hasta la ausencia amarga del que se
va a la urbe después de haber bebido las auras libres durante años, (...) pesan
en los libros del poeta santafesino con la impalpable presencia de una pasión y
de una nostalgia...” (Armando del Fabro)
En 1940, este poeta originario de Oliveros,
localidad ubicada en el sur de la provincia de Santa Fe, y luego radicado en
Rosario, publicaba su libro Poemas con labradores, donde expresa el amor a su
patria, pero entroncándolo en lo que, en la formación de la misma, incidieron
sus antepasados inmigrantes (sobre todo su abuelo y su padre). En esas cuartetas de arte mayor (sostenidas
por una métrica irregular y una rima casi inexistente, pero con un preciso
ritmo interior), Carlino sintetiza la épica gringa apoyándose en tres valores
esenciales: canto, sudor y lágrima.
El primero, el canto, ejemplificándolo en su padre y en su voz mediterránea; el
sudor como símbolo del esfuerzo denodado, visto en todos los labradores, pero
esencialmente en su abuelo, quien se posesionó de la tierra con ternuras de
novio; y la lágrima, resumida en la implacable acción de la muerte.
“La obra
total de Carlos Carlino -señala
Armando del Fabro, en su ensayo Carlos Carlino, poeta del hombre, del surco
y del arado- está adherida a la
tierra, las cosas, los hombres, los dolores, las plenitudes, la inquietud de la
chacra y hasta la ausencia amarga del que se va a la urbe después de haber
bebido las auras libres durante años, pesan en los libros del poeta santafesino
con la impalpable presencia de una pasión y de una nostalgia...”
La principal creación literaria de Carlino se inicia
en 1938 con Poemas de la tierra. Luego de Poemas con labradores
(1940) publica La voz y la estrella y Poesía Litoral (1946). Otra de las
facetas importantes de su escritura está en el género dramático, en que se
destacó en el plano nacional, sobre todo con La biunda (1945) que en
1952 obtuviera el Premio Nacional de Teatro, y al año siguiente la Medalla de
Oro de Argentores. Complementa su obra con ensayos, principalmente con el
titulado Gauchos y gringos (1976).