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Casa Italianizante
Antes de la tipología de la “casa del gringo” se desarrolló a fines del S. XIX un tipo de casa urbana llamada por el Arq. César Carli “casa vestíbulo”. La misma se conformaba con un patio central al que se llegaba por un zaguán estrecho y revestido de mayólicas importadas, estilo “art nouveau”.

Más simplificado que la casa colonial, mantenía el esquema de la primitiva casa pompeyana por su planta anular y la exaltación del patio central con un lucernario móvil de vidrio, que planteó siempre problemas para el uso por su complicado sistema mecánico y su mantenimiento.

Es un tipo de vivienda que manifiesta el poder adquisitivo que iba alcanzando sus propietarios, visible en la mayor y más rica ornamentación de las fachadas y la centralidad del vestíbulo a dónde daban las habitaciones, enriquecido por mamparas ricamente ornamentadas por vitreaux de coloridos diseños. Es un tipo de vivienda que sustenta una postura de segregamiento y aislamiento manifestado por la pequeña burguesía local, enfáticamente volcada al vestíbulo a dónde daban las habitaciones. El comedor para las visitas o vestíbulo se situaba generalmente en las habitaciones del frente, convirtiendo el salotto o salón para las visitas, en un espacio sólo utilizado para las grandes ocasiones, y casi nunca frecuentado, en mucho agravado por la escasa iluminación y hierro doble hoja que daban a la calle, siendo sus celosías móviles las únicas que daban cuenta de un sutil atisbo de vida interior.

Esta casa urbana se complementó con otra conocida con el apelativo de “casa chorizo” por sus dimensiones estrechas (8.66 mts. de frente), su impronta caracterizada en el proceso de agregación de piezas dada la gran profundidad del terreno, llegando en sus orígenes hasta la mitad de la manzana (50 mts. de fondo) lo que permitía la sucesiva agregación de habitaciones dispuestas en hilera con aberturas hacia la galería lateral. Lo que ha dado una fisonomía particular a ciudades de la pampa gringa, y a otras localidades donde la inmigración italiana ha sido importante. Como, por ejemplo, en Montevideo donde todavía se conservan barrios enteros identificados por la serie de fachadas unificadas. También es posible encontrarla, con su particularidad de laterales ciegos en espacios sin casas colindantes en el campo. Generando una impronta peculiar y un cierto matiz de “extrañeza” estética. Casas que perviven como emblema de la opulencia de estos propietarios afincados en zonas rurales cercanas a las pujantes colonias y que contrataban constructores afamados, los que se limitaron a transponer sin modificaciones el estilo arquitectónico italianizante ya impuesto en las zonas urbanas.

Según el Arq. Luis María Calvo no hay una sola fuente, ni hay una sola “Casa chorizo”. Habría una cuya génesis está en el proceso constructivo de la casa del inmigrante, que construye en lotes de 10 varas, es decir, de 8.66 metros. Y es a comienzos de siglo cuando se definen las cuadras de 100 varas (86.60 METROS) y las calles de 20 varas se imponen y diferencian con la traza del casco histórico colonial español que se trazaba en relación a 120 y 12 varas respectivamente. Es cuando se empiezan a lotear parcelas al norte y al oeste de la ciudad y nacen nuevos barrios. Barrio Candioti, a instancias del movimiento generado por el nuevo puerto y el ferrocarril, luego barrio Barranquitas, barrio Roma, etc.

El inmigrante, sobre todo italiano, fue comprando parcelas y construyendo con un jardín adelante, adosando habitaciones a medida que va afianzando su posición económica, sus recursos, y que va creciendo su familia. Recostadas las habitaciones en una medianera, se deja libre el otro costado del terreno para hacer una galería. “Esa es una tipología que podemos denominar ‘Casa Chorizo’, y creo que es la más paradigmática en ese sentido”, afirma Calvo. “Después está la otra, que es la otra ‘Casa chorizo’ que pareciera ser de patio entero dividida en dos. Fenómeno que se dio también en las zonas más consolidadas de la ciudad. Por ejemplo en el barrio sur, donde las primeras construcciones que llamamos “Casas italianizantes”, ocupan todavía terrenos amplios y configuran un patio en el medio, rodeado por habitaciones, al tipo de la casa romana, de las pompeyanas, con un zaguán en el medio y habitaciones a los costados.

Se da también el fenómeno de que algunas de estas construcciones se dividen en dos cuando han cumplido un ciclo de vida, se parten y queda entonces un esquema de serie de habitaciones lineales a cada costado y el patio reducido a la mitad”.

Lo cierto es que el proceso de conformación de este estilo arquitectónico urbano es complejo y las teorías sobre su nacimiento son variadas. Si bien todos los estudiosos resaltan la preponderancia que tuvo la presencia de albañiles y constructores italianos. Pues a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se produce la entrada de profesionales, maestros de obras o albañiles de origen italiano y otros europeos, pero fundamentalmente gente con oficio proveniente de Italia, que comienzan a difundir el lenguaje clásico en toda la ciudad, en todas la fachadas, ya no sólo en edificios de mayor significación sino sobre todo en el espacio público. Aunque pocos formados en academias, eran conocedores del oficio y se valen de tratados de gran divulgación. Calvo menciona el de Vignola que a través de láminas muy fáciles de interpretar, indica cómo reproducir el lenguaje clásico para cubrir las fachadas. Valiéndose de esos tratados y con sus experiencias constructivas, los albañiles italianos transforman la fisonomía de la ciudad colonial con sus casas blancas, bajas y techos de tejas a dos aguas, y dan origen a ese lenguaje clásico que unifica las calles de la ciudades con mayor dinámica económica, no solamente Buenos Aires sino especialmente Santa Fe y Rosario, Paraná y Córdoba. Si bien es un fenómeno que se da en otras partes de América, es sintomático de la zona de la pampa litoral y de fuerte inmigración italiana en Argentina. Por eso, según Calvo, la historiografía argentina, hace unas cuatro décadas, acuñó a un término para este tipo de arquitectura, y es común llamarla todavía “arquitectura italianizante”.

Este tipo de vivienda se interrumpe bruscamente a fines de los 30.